LAS TAREAS COMPARTIDAS SON PARA LOS HÉROES.

LAS TAREAS COMPARTIDAS SON PARA LOS HÉROES.

[CAPÍTULO 15 “Mis conversaciones con Fernando Alberca” del libro de Pía Nieto– “Manual para organizar tu casa”]


Hacer las tareas en familia es una oportunidad para que los hijos vayan aprendiendo poco a poco a cuidarse unos a otros y a entender que la casa es de todos. Con estos pequeños gestos aprenden a demostrarse el cariño, crecen en autoestima y desarrollan el talento. Conseguir que los hijos colaboren con libertad e iniciativa es un arte que necesita paciencia y cierta proyección. Los encargos les ayudan a ser más responsables, aprenden a hacer cosas nuevas, a ser más creativos, a tener rutinas de orden y de limpieza, a diseñar estrategias, a ser más reflexivos, a controlar el tiempo, a ser más generosos… Todo son ventajas.


El primer libro del profesor Fernando Alberca del que oí hablar fue “Todos los niños pueden ser Einstein” (Toromítico), más de tres meses consecutivos uno de los dos libros más vendidos de España; traducido a numerosos idiomas, tan distantes y extendidos como el chino y muy pronto al esloveno, según tengo entendido. Es uno de los únicos doce españoles con algún libro de ensayo traducido al chino.

Más tarde, durante meses, le pude escuchar en una sección semanal sobre la relación entre la actualidad y la educación, que protagonizaba junto al popular locutor Javi Nieves, en La Mañana de la COPE, cada miércoles por la mañana. Allí confirmé su sentido común, su humanidad y optimismo: «En educación, hoy siempre es el mejor día para comenzar algo que debió hacerse si aún no se ha hecho, no importa la edad».

Mi hermana lo conocía y me habló muy bien de él. Luego oí que algunos organismos e instituciones le consideraban uno de los mayores expertos en educación del mundo y que a su consejo acudían familias, centros educativos, universidades y medios de comunicación de muy diversos países y culturas.

El doctor Enrique Rojas llegó a decir de él que era uno de los mayores expertos en afectividad adolescente del mundo.

Y en su último libro, “Hijo, tú vales mucho” (Toromítico), sobre las claves para subir la decisiva autoestima de un hijo y una hija, descubrí lo que terminó de convencerme para buscar su opinión para mí Manual. En ese libro suyo sobre autoestima incluía dos epígrafes que me hicieron buscarle para entrevistarme con él. Uno se titulaba: «Ayuda en tu casa: la ayuda en los encargos o tareas domésticas» y otro que remataba el mismo capítulo: «Otras prácticas importantes indicadoras de buena autoestima, que generan aún más y cuyo contrario baja la autoestima de un hijo», donde incluía por ejemplo: cepillarse los dientes, ducharse rápido, comer bien y de casi todo, evitar las manías, recoger la ropa, ordenar la mesa y el armario, no tener nada en el suelo que no deba estar ahí, hacer la cama, volver a la hora pactada, no evadirse de cómo es ni esconderse en el alcohol u otras drogas, no enfadarse por no hacer lo que se quiere, no enfadarse por tener que hacer lo que no se quiere, ceder con buena cara aunque se puede dejar claro que algo no gusta, ser allá donde se esté uno mismo y huir de donde no pueda serlo, ser prudente, retrasar un minuto un vaso de agua cuando se tenga sed, adelantarse y hacer favores antes de que se pidan, ser sincero y aprovechar el tiempo.

Llamé a mi hermana y le dije que lo quería conocer y aunque no fue fácil cuadrar nuestras agendas, finalmente nos vimos en una agradable cafetería en la ciudad donde reside. Hablamos de este Manual. Le encantó sinceramente la idea, vibró ilusionado como si fuera un profesor y escritor principiante, pensando en «el bien que podría hacer un libro así», dijo, y añadió:

«Es muy necesario en los días que corren, para padres, madres y para cada hijo e hija, que puede hacerle aumentar su autoestima, sentirse más valioso y aprender a ser más eficaces con estos consejos». Supe entonces que había acertado y quise preguntarle más.

-Pía (P): He leído en tu último libro la relación estrecha que existe entre lo que un hijo hace en casa y su autoestima.

-Fernando (F): Las tareas que un hijo puede realizar en casa en beneficio de toda la familia están directamente relacionadas con su autoestima. Quien ha aprendido a ser útil en la casa y en la familia, a ser héroe, a implicarse activamente con hechos, sorprendiendo a los demás, adelantándose más allá de un encargo incluso, es un hijo con recursos, que tiende a superar los obstáculos de todo tipo en su vida, su pereza, su insoportable egocentrismo, que si no es así no se para ante la contrariedad ni ante la dificultad, sino que la gobierna. Los hijos que participan en las tareas domésticas experimentan la satisfacción inigualable de provocar la satisfacción de los demás por algo que ellos han realizado, que se saben con hechos muy queridos, más de lo que merecen, y que están queriendo también con hechos más de lo que creían que eran capaces. Recuérdese que, tras más de quince años de estudio y siete libros sobre la felicidad, estoy convencido, como suelo decir; de que la felicidad es la combinación de dos sensaciones o impresiones: la de ser más querido de lo que se piensa se merece, junto a la de estar queriendo más de lo que se creía uno capaz de querer. Al participar en las tareas y, sobre todo, al hacer alguna de ellas no por encargo, sino por iniciativa propia, adelantándose a que otro las tenga que hacer – especialmente la madre- , el hijo experimenta la sensación con la que se elabora la felicidad y empieza a ser feliz. Sin hacer tareas domésticas no hay sencillamente felicidad. El ser humano, el hijo, no está diseñado para vivir únicamente mirándose su ombligo: esto solo le condena a la soledad, la desesperación, la impotencia, la ineficacia, la infelicidad y la incomprensión de lo que le sucede, sin remedio.

Al hacer tareas domésticas, además, el niño siente que está sacando la casa y la familia adelante, que la humanidad que tiene a su alrededor, empezando por su familia, es mejor gracias a él, a su diligencia, su esfuerzo, su delicadeza y su astucia.

Sin sentirse buen héroe, un hijo no puede sentirse buen hijo.

-(P): En el caso de la madre y el padre ¿esto es igual?

(F): Sí, siempre que el hijo o la hija lo haga por iniciativa propia y siempre que no tenga la sensación real de que, si no lo hace, nadie lo hará o al menos no como él o ella. Es importante no tener la sensación de sirviente o sirvienta, sino de héroe o heroína, artífice de la felicidad familiar: algo muy distinto.

-(P): ¿Qué aporta esta autoestima que facilita las tareas en casa?

(F): Los beneficios de quien desempeña un encargo concreto, estipulado o no, es decir, un encargo previsto y asignado a él o ella, o un encargo que sin estarlo se asume responsablemente antes de que otro tenga que hacerlo, aporta nada más y nada menos que los beneficios de todo gesto que provoca autoestima en el ser humano, a saber: ser positivos y optimistas, conocer los propios defectos, conocer los propios puntos fuertes, aceptar su físico, salir de sí mismo, pensar en los demás, aumentar su fuerza y su poder, tolerar la frustración y la contrariedad, tener buen comportamiento, tener personalidad y autoliderazgo, encontrar modelos adecuados, calcular el valor de lo que vale todo, querer hacer también lo que no le apetece, tratar bien a los hermanos y a los padres, hacer con diligencia tareas domésticas, estudiar eficazmente, trabajar con autonomía, comer bien, tener seguridad y confianza, no tener complejos, ser realista, encontrar la motivación necesaria, tener ilusiones, aumentar la creatividad, desarrollar la inteligencia, admitir errores y aprender de ellos, disfrutar de salud emocional, proteger su intimidad, tener el antidoto de la soberbia desmedida y de la violencia, evitar miedos, manías y adicciones, crear un ambiente familiar pacífico y feliz, desenvolverse en las relaciones sociales, destacar por sus habilidades sociales, tener prestigio, disfrutar de lo extraordinario de cada día, querer más a más gente, leer con placer e intensidad, valorar lo que se tiene, ser consciente de lo bueno, ser capaz de esforzarse y de lograr satisfacción por ello, enfrentarse a grandes retos, actuar con libertad, sentirse más querido y descubrir la felicidad.

(P): Con esto, ya sé que merece la pena seguir preguntando y transmitiendo buenos consejos a familias y hogares sobre cómo organizarse entre todos para que todos se beneficien. Así que, aprovechando que hemos encontrado un filón de conversación y curiosidades educativas, seguiré preguntando a Fernando en estos cafés para los que hemos quedado, y con los que me confiesa que está encantado, porque cree que el hogar es el mejor núcleo y escuela de felicidad, de educación y de eficacia del ser humano. Ya metidos en harina le hago la panorámica, que él conoce perfectamente porque tiene familia numerosa, y le explicó la logística del funcionamiento de la organización. Si hacemos una fotografía simple de qué pasa en una casa entre semana, creo que todos podríamos describir lo siguiente: las mañanas, para hacer el trabajo físico y técnico: limpiezas, máquinas, cocina y elaboraciones varias. La primera hora de la tarde, para la plancha de la ropa. Las tardes, para la atención a los hijos por norma general. Por eso, las mañanas deben estar muy bien organizadas, tener ritmo y ser concluyentes para que todo salga bien por las tardes. Como estamos de tertulia cafetera, también él me pregunta porque no quiere dejar cabos sueltos, como buen profesor e investigador:

(F): ¿«Ser concluyentes»?, ¿qué quieres decir con esto Pia?

(P): Que empiecen y que se terminen. Que no se queden abiertas, que todo el trabajo previsto quede concluido, aunque sea de forma rápida, en el caso de que haya alguna cosa inesperada. Es lo ideal. Por ejemplo, cuando entras en la cocina por la mañana debes mirar todo el menú para el día y hacer la comida y adelantar la cena en ese momento, de modo que la tarde se quede libre completamente. Igual pasa con la ropa: ¿cuál es su ciclo ideal? Pues el concluyente: lavar, secar, planchar en el día. Cerrar ciclos. Cerrar.

(F): Buena idea aplicable a todo, a la vida misma de cualquier persona y más de un niño o un adulto. Es decir, que una clave para estar serenos y atender bien las demandas de los hijos por las tardes puede estar en haber sacado todo lo posible durante la mañana.

P): Efectivamente. Se nota mucho cuando una casa funciona, como si fuera por inercia, en las mañanas. Se llega a todo, porque se sabe bien qué hacer en cada momento. Hay seriedad profesional y serenidad, porque la improvisación ya no tiene tanto lugar, es mínima. Está todo atado y el mejor secreto es no cocinar por las tardes. Liberarse de todo trabajo doméstico. La máxima tensión profesional está en las mañanas; y la máxima tensión emocional entra por las tardes. Si la primera, que puedes controlar, no la tienes dominada, te aseguro que la de la tarde no podrás con ella. Habría que recapacitar, pararse, reorganizarse y volver a comenzar.

-(P): Hoy en día tener tiempo es un lujo.

-(F): Me encanta esta idea de dejar la tarde para la máxima tensión emocional en lugar de para tareas domésticas y escolares: hay que empeñarse en lograrlo, ganaríamos todos mucho.

Aunque el sistema parece ponerlo difícil. Quizá sea un tema de decisión, de prioridades y de necesidades. No es tanto que no tengamos tiempo, sino que en realidad tenemos más tiempo que orden. 

Es lo bueno que tiene que todos realicen sus tareas a la vez: los padres pueden dedicar ese mismo tiempo a ayudarles simultáneamente y todos saben que quince minutos de «todos a una» es lo suyo.

-(P): ¿Cuál crees que es el objetivo de que los niños colaboren en las tareas de la casa?

-(F): Que aprendan destrezas muy útiles para el día de mañana, que disfruten, que se hagan responsables y que se sientan héroes, encontrando también una forma amable de cuidar de sus seres más queridos de una forma completa: práctica y no solo sentimental o intencional.

– (P): Como profesor, ¿crees que ayudar en las tareas de la casa contribuye a que los hijos sean mejores estudiantes?

-(F): Los niños que colaboran en las tareas domésticas o que cuidan de sus hermanos normalmente obtienen mejores calificaciones a corto plazo y maduran antes. Ayudar en casa hace que tengan más confianza en sí mismos, que sean más disciplinados, salgan de sí mismos, acepten la importancia de otros, se sientan bien, útiles y valiosos y fortalezcan su carácter. Son factores fundamentales para el aprendizaje, para la convivencia y la vida familiar actual y futura, y también que se acostumbren a dar cuenta de sus responsabilidades, encargos, o tareas hechas, lo que se traslada a la forma de enfrentarse a toda responsabilidad, el estudio también, claro. Si un niño hace bien las tareas de casa que le corresponden, lo bien que corresponde a su edad, entonces sabemos que hoy ya es un buen profesional, estudiante y trabajador, o lo será con toda seguridad en cuanto madure un poco si aún no lo hace.

Pero como profesor, lo que opino – y lo he publicado en un libro que prologué hace poco sobre los retos de la educación y lo expongo en muchas conferencias – es que debería haber una asignatura obligatoria de Tareas Domésticas: aprender a poner una lavadora, a recoger un cuarto de baño, a hacer mejor la cama, pintar un cuarto, arreglar una cisterna, batir un huevo, colgar la ropa en el tendedero para que no se marquen las pinzas, hacer la compra con planificación, lavar a mano una prenda, etc.

(P) Estoy muy de acuerdo. De hecho, en el colegio, teníamos una asignatura llamada Pretecnología que la considerábamos una “María”, pero que en el fondo nos encantaba y deseábamos que llegara, porque era algo relajado, creativo, interesantísimo y gran parte de lo que soy hoy, se lo debo a esas horas. ¡Quién lo diría!

– (P): ¿Piensas que una casa mal organizada hace que esa familia funcione peor y que los hijos sufran más?

(F): Así es. Las consecuencias de la falta de organización en una casa generan desasosiego, nervios, mal humor, enfados, tensión, impulsividad, desatención, acusaciones injustas, agresividad mal gobernada e incluso está detrás junto a la baja autoestima de muchos episodios de malos tratos.

-(F): Tú que eres experta en organización, ¿en qué momento del día sería más interesante hacer las tareas compartidas o encargos?

-(P): Depende. Mi experiencia es que va bien fijar un horario general en la casa, por ejemplo, a las 21:00 h se para todo el mundo y en quince minutos se preparan todos los encargos. Luego se cena. Centrar encargos para todos que vayan en beneficio de ese momento final del día en el que cualquier pequeño acto de servicio repercute en un hermano más pequeño o en mamá. Por eso me gusta hablar más de tareas de familia o tareas de casa que de encargos mandados. En casi todas las familias hay unos momentos puntuales: los desayunos y la hora de las cenas en los que se ve la casa en acción. Creo que esos momentos tienen mucho valor humano. Aunque con la flexibilidad de cada familia podría, por ejemplo, establecerse una serie de encargos con un comienzo a la misma hora, por ejemplo 15 minutos antes de cenar. Imaginemos 4 niños y que cada uno hace lo siguiente justo antes de cenar, a las 21:00 h:

– Responsable 1: ultima la cena y pone la mesa.

– Responsable 2: programa lavadora de mañana y saca la basura.

– Responsable 3: limpia los zapatos de todos.

– Responsable 4: después de cenar, pone el lavavajillas y recoge la cocina.

Es cierto que hay otro tipo de encargos que se pueden realizar en otros momentos del día, pero en periodo escolar el tiempo queda reducido a las tardes-noches y al fin de semana. Haciendo esto, dejando las habitaciones en orden y añadiendo algo para los fines de semana, sería suficiente para empezar a notar esa colaboración en casa y ese heroísmo del que tanto hablas tú respecto a esta colaboración.

(F) Me encanta. En efecto, estoy convencido de que hacer tareas de la casa es infinitamente más beneficioso y enriquecedor personalmente incluso — no solo familiarmente— que hacer tareas escolares, en caso de incompatibilidad. Se me ocurre, ya que estamos, una curiosidad que me convendría saber cara a mis consejos a adolescentes y niños: ¿Qué es lo que más cansa en una casa?

(P) Desde el punto de vista de un adulto lo que más cansa, como en casi todos los trabajos, es no tener la organización clara porque vas improvisando todo el tiempo y eso es cansadísimo. Desde el punto de vista físico hay que saber que cualquier tarea de casa cansa, pero la puedes controlar muy bien mediante movimientos ergonómicos y pequeñas pausas y, por supuesto, con la colaboración de la familia y la empleada doméstica, si la tienes.

A los niños no les da tiempo a cansarse porque habitualmente serán cosas muy concretas y puntuales en las que no tardarán más de 15 o 20 minutos. Si a esto le añades que serán tareas repetitivas, irán cogiendo hábitos y ritmo y prácticamente no se darán cuenta del tiempo que pasan llenando el lavaplatos, llevando la colada a los cestos, barriendo la terraza o llevando el pañal a la basura. 

(P): Me preocupa que muchas veces no se tienen claros los canales de comunicación en la familia y la información no llega a todos. ¿Cómo crees que va bien decir las cosas? Repetirlas es muy cansado, pero es que ¡a veces ni siquiera leen lo que escribimos en las notas de la nevera!

(F): Hace falta tiempo y serenidad para saber qué hay que comunicar en casa y hacerlo bien. Pero sobre todo hay que saber que la forma de mandar hacer algo influye enormemente en el resultado de aquella tarea: en la obediencia. Cuando menos se grita a un hijo, más obedece. Las indicaciones que se precisen hay que asegurar que llegan al receptor. Que se escuchan y sobre todo que se entienden. Hay también que asegurarle la consecuencia positiva si lo hizo y la negativa —que puede bastar a menudo nuestra insatisfacción en la cara—. Tener en todo caso paciencia, ser positivos a la hora de indicar que aún no se ha logrado algo, pero se espera lograr, y confiar en la mejora del niño, que cuando se confía y él lo sabe, siempre llega.

(F): Y según tu experiencia, qué es lo que más gusta a los hijos, lo que más les llena: ¿la recompensa gastronómica?, ¿los planes familiares?

-(P): Depende de cada persona, de la experiencia y de la motivación que haya tenido a la hora de hacer una tarea en casa. No se debe ver como una imposición, por eso hay que tener mucha paciencia, hacerlas comprensibles y amenas para que, sobre todo al principio, las vean como algo asequible, posible, heroico e incluso divertido. Yo creo, sinceramente Fernando, que lo que más les gusta es que estemos acompañándolos en el encargo. Los niños necesitan rozar a los padres.

– (P): ¿Es bueno que los niños sepan que esperamos mucho más de ellos? ¿Es una presión o es quererlos?

(F): Exigir a un hijo hacer algo o hacerlo mejor es demostrarle que se le considera valioso, útil, mayor, maduro, responsable, fiable, generoso, capaz. ¿Te parece poco? Lo único es que debemos saber que la exigencia y la corrección siempre puede ser amable, adecuada, oportuna, proporcional y firme, pero paciente.

(P): Y cuando un hijo no hace bien del todo su tarea de casa, ¿qué es mejor hacer?

(F): Creo que lo primero es asegurar que el encargo o la tarea era adecuada y oportuna a su edad, su forma de ser y el momento. Si así lo es entonces convendrá decirle a solas al hijo que estamos muy orgullosos de que lo haya intentado, que la mayoría de los niños de su edad ni siquiera se plantean intentarlo. Que es de gran ayuda familiar y que ese encargo con su impronta, imposible si no lo hiciera él, será especialmente beneficioso para todos y también para su crecimiento. Que nos encanta como es y que la próxima vez que lo intente, que tenga en cuenta esto y aquello, lo que sea necesario para que tenga más probabilidad de acierto. Pero que las cosas tienen valor incluso cuando no salen perfectas.

Es muy importante controlar el impulso de acabarlo nosotros. Mejor será enseñarle algún detalle sobre cómo perfeccionarlo para la siguiente ocasión, asegurando que percibe nuestra satisfacción ya.

– (P): ¿Y si lo hace mal?

(F): Corregir sin enfados, con esperanza y confianza en que se hará mejor la próxima vez, que surgirá pronto.

(Fernando mira por la ventana del café, y haciendo un dibujo de un hijo de la mano de su padre hace esta reflexión).

Hay que tener en cuenta que un hijo aprende mejor un encargo si al principio va de la mano de sus padres o de un hermano mayor. Lo entiende mejor, le hace más feliz, comprende que es un servicio y no una esclavitud, se siente más satisfecho porque el adulto o hermano mayor presencia su actitud y acaba siendo más constante.

Explicar en qué consiste el encargo, despacio, dedicándole tiempo a explicarle lo que se pretende resolver con él, qué debe aprender y qué espera la familia de él. Dejándole al hijo que resuelva muchos de los cómos. Esta libertad le comprometerá e implicará más personalmente: poniendo en juego su inteligencia y su libertad. Nosotros le acompañaremos si hace falta al principio, mientras él ejecuta.

Por ejemplo, si queremos que un hijo o hija limpie los zapatos por las noches, habría que hacerlo los dos primeros días con ellos.

Debes tener tiempo o actuar como si lo tuvieras. Explicarle cómo y dónde se debe sentar cómodamente para hacerlo bien, cómo proteger el suelo, dónde está la caja con los productos, cómo se retira el polvo antes y cómo se da la crema, cómo sacarles brillo, etc. ¿Y por qué no, ver un buen vídeo con él antes de empezar?

-(P): Luego los padres son la pieza clave educativa en la familia. Tengo la experiencia personal de que cuanto más integrados están en las tareas de casa, los niños lo viven como una cosa más natural:

(F): Lo más importante es que nos convirtamos en modelos de conducta para nuestro hijo. Tenemos que dar ejemplo.

No podemos exigir al niño que se porte bien con los demás, que ayude y colabore, cuando nosotros eludimos este tipo de responsabilidades. Es fundamental que nuestro hijo viva en un ambiente familiar que fomente la cooperación, debe tener unos modelos estables que compartan pertenencias y trabajos, tiempo libre y conversaciones. Si ve que ayudamos a los vecinos o a otros miembros de la familia, y que a su vez ellos responden de la misma manera, tendrá una percepción muy positiva de la colaboración entre las personas.

Cuanto más pequeño es nuestro hijo, más estímulo necesita.

Si desde el principio aprende a colaborar y a asumir responsabilidades, entenderá mucho más rápido el significado de la cooperación y sus beneficiosas consecuencias para él. Entenderá por qué es importante hacerse la cama o ayudar en casa. Entenderá que ayudar a los demás es una cuestión de convivencia, de respeto a uno mismo y a los demás. Y experimentará dos de las grandes enseñanzas de la vida: que solo las personas llenan a las personas y que sólo poniéndose en juego al servicio de los demás a uno le llenan también los demás, se percibe lo mucho que se recibe y se es feliz.

(P): Con el tiempo deberá aprender a hacer, no solo lo que le divierte, sino también lo que le cuesta. 

(F): Demostrar que son capaces de hacer cosas diversas aumenta su sentido de la competencia y autoestima. Pero sentirse héroe solo se siente cuando uno ve en sus padres la satisfacción por algo difícil y costoso que ha hecho por su voluntad, con su inteligencia y su libertad. Tenga la edad que tenga.

Yo recuerdo aún alabanzas de mi padre de cuando tenía yo tres años y me operaron de vegetaciones y aguanté como me decían, o cuando iba al campo y no hacía ruido para no espantar y poder ver los pájaros y los conejos: mis heroicidades que llenaban a mis padres son las que me siguen llenando más hoy.

– (P): Si creces en edad, entonces, aguantas más peso, ¿no?

-(F): La voluntad crece con la madurez más que con la edad, como lo hace la responsabilidad y la libertad. Es conmovedor para un padre y una madre ver cómo disfruta un hijo haciéndose cada vez más capaz y más fuerte, tolerando así la contrariedad cada vez mayor y disfrutando cada vez más profundamente del éxito y su satisfacción. Es la única forma de aprender a ser feliz.

-(P): ¿Qué se puede hacer con un adolescente inconstante, que a veces ayuda y otras no lo hace?

(F): Dales encargos que estén relacionados con ellos.

-(P): ¿Crees que a un hijo se le debe remunerar cuando hace su encargo y lo acaba bien?

(F): El padre y la madre no cobran por mantener el hogar vivo para todos. Ellos tampoco han de hacerlo. O aprenden a llenarse y sentirse satisfechos con su implicación desinteresada o no aprenderán a amar de verdad nunca.

Otra cosa es que podamos celebrar un trabajo terminado con algo material como, por ejemplo, una cena especial, ver la serie favorita, chucherías u otro extraordinario: pero es una celebración compartida, no un pago.

(P): ¿Cómo le puedo enseñar a ahorrar si no tiene dinero? ¿Cómo valorará los gastos que hacen sus padres en ellos si no tienen dinero? ¿Cómo aprenderá a gestionar sus ahorros y sus gastos?

(F): Está demostrado que tener paga y querer ahorrar no enseña a ahorrar: muchos niños de carácter novedoso, predominantemente imaginativos, intuitivos, emocionales, es decir, de predominancia del hemisferio cerebral derecho, les cuesta más ahorrar con paga que sin ella. Tener dinero no enseña a emplearlo bien. No tenerlo puede enseñar a apreciarlo más en muchos casos. Los niños deben saber que sus padres cubren sus necesidades y que si necesitan algo pueden pedirlo y el estudio de los responsables económicos de la familia (padre y madre) determinarán o no el gasto. Ellos piden y los padres enseñan lo que es necesario, oportuno, conveniente según el caso, el hijo y el momento. Si se le explica el proceso de decisión de los padres, aprenderán mucho. La posesión de dinero por su parte no ayuda, sino que a menudo incita a un innecesario consumismo por el consumismo, o a la administración ya que se tiene, cuando ni siquiera siente que necesita administrarlo. Otra cosa es que, para una ocasión concreta, como una feria local o una fiesta con puestos, se le puede decir a los hijos, tenéis equis dinero cada uno y podéis gastarlo en las atracciones o en lo que estiméis que os compense: pero una experiencia extraordinaria.

Nos hemos acostumbrado a un hábito, venido de países que llegaron antes que nosotros al sistema del bienestar, que tanto daño ha hecho a la educación de países que no habían caído aún en trampas como esta. Es un mito que surge del afán consumista: acostumbrar a los hijos desde pequeños a administrar su propio dinero y ser ellos mismos precoces consumistas, no obedece a criterios ni fines educativos, como muchos han visto posteriormente.

(P): ¿Cómo incentivar entonces?

(F): Una pegatina, una lenteja o un punto canjeable es una moneda como otra cualquiera. Con todos los perjuicios educativos de pagar lo que ha de ser voluntario, libre, incentivado por algo mucho mayor que cualquier moneda: la satisfacción profunda que puede recordarse el resto de la vida del hijo, la admiración sincera y la salud emocional de un hijo que descubre en sus padres un concepto muy positivo de él como hijo, cada vez más positivo, que siembra una autoestima que será recia y decisiva. Nada más alejado de las recompensas materiales: sean pegatinas o billetes de diez euros, que todo es igual de erróneo, aunque menos consecuencias tengan las primeras.

Se han de hacer las cosas porque sí, porque se quiere hacer y se quiere a los demás. Con la recompensa inmaterial de sus padres. Es poderosísima esa razón, porque desvela la auténtica valía del hijo y es poderosísimo ese premio, porque es motor de la buena conducta de los mejores hijos.

-(F): Pía ayúdame con un tema, cuando hay empleada del hogar, ¿cómo es mejor que ayuden los hijos?

-(P): Exactamente como hemos dicho. No podemos enseñar a nuestros hijos que una empleada en el hogar es una persona que les sustituye en sus responsabilidades ni en sus tareas. Cuando hay servicio doméstico me gusta pensar que está para hacer todo aquello a lo que no se llega, por eso, es edificante ver cómo en algunas familias la realización de tareas domésticas sigue su curso igualmente. Ayudan así a la persona que está empleada, igual que hacen con el orden, recogiendo el cuarto de baño al utilizarlo, haciéndose la cama o guardando los juguetes. Son tareas que deben quedar muy claras para evitar confusiones y la actitud colaborativa de los padres es importantísima para los hijos.

-(P): Hacer tareas en casa, ¿puede tener un efecto sanador si les ha pasado algo en el colegio?

(F): Sí. Sentirse útil en casa cura las heridas de un ambiente hostil como es a menudo la escuela. Además, enseña algo necesario en nuestra cultura: cuando uno vuelve de trabajar, trabaja también en casa. No tiene derecho a descansar hasta que todo no esté como debe para crear un hogar apetecible de estar en él.

-(P): Si en casa nunca han ayudado, y ya son preadolescentes, ¿crees que se puede comenzar a esa edad a dar encargos concretos?

– (F): Creo que siempre en educación hoy es el día perfecto para hacer lo que se debió hacer y no se hizo aún: da igual la edad, aunque esta se deba tener en cuenta para la forma que utilicemos al hacerlo. Debemos hacerles sentirse necesarios, porque lo son.

-(P): ¿Cuál es la mejor edad para comenzar?

– (F): En cuanto puedan materialmente creer que lo han hecho. Por ejemplo, a los cuatro años hay muchos niños que les encanta hacer su cama si así quedan como hijos mayores, responsables, útiles y valiosos. Aunque el resultado no sea perfecto, ya han empezado a colaborar en casa sin quererlo.

– (P): Personalmente creo que todos niñas y niños, deben pasar por todos los encargos. Fomenta la igualdad desde pequeños y además aprenden a hacer de todo.

(F): Por supuesto. No hay tareas de chicos o de chicas: ninguna. Es un anacronismo que los chicos bajen la basura y las chicas laven. Todos tienen manos e inteligencia para lavar y para bajar la basura. La edad es la que dirá si es oportuna ya o aún habrá que esperarse para una tarea concreta. Los hijos que no tenemos hermanas, sino solo hermanos, sabemos que no hay tareas de chicas que no deban hacer los chicos.

-(P): ¿Y si un hijo no tiene habilidades objetivas para temas de la casa? ¿También debemos hacer que ayude?

-(F): Nos sorprendería los talentos que cada uno encierra si somos capaces de estimular la puesta en marcha de una técnica y primer paso que permita desarrollarse. No obstante, a cada uno le conviene hacer lo que pueda hacer con éxito y agrado, con o sin ganas, pero con agrado de saber que se enriquece él mismo y a los demás con su aportación personal. Hay que adaptar, por eso, lo que se le pide hacer a quien se le pide, naturalmente y con derroche de amabilidad. No es un ejército, es una familia lo que sacamos adelante entre todos.

Parte del arte está en saber explicar bien por qué puede hacer – si quiere, porque si no quiere, también es libre de no hacerlo, aunque los demás lo hagan: el objetivo no es sacar una casa adelante, sino una familia y la implicación es libérrima, aunque eso no quiere decir que no le cueste a veces, así como explicarle bien, amable y atractivamente qué beneficios aporta a la familia y especialmente qué le aporta a él mismo.

– (P): ¿Qué habilidades se desarrollan haciendo tareas en casa?

-(F): Fíjate si las hay que podríamos estar escribiendo sin parar un buen rato. Por de pronto, te dejo con estas:

• Creatividad.

• Capacidad resolutiva.

• Desarrollo de la inteligencia.

• Desarrollo de múltiples talentos.

• Capacidad de organización.

• Saber qué hacer antes y qué después.

• Manejo de sus propias ideas.

• Personalidad.

• Tolerancia.

• Experimentar la relación entre el éxito y el fracaso y sacar de este una nueva versión de sí mismo y mejor. Remontar los errores, construyendo una nueva forma de hacer las cosas después de haberse equivocado.

• Habilidad manual. Destreza.

• Minuciosidad y concentración.

• Adquisición de criterios para valorar precios, materiales, usos, peligrosidad, prudencia, fragilidad, conservación, temperaturas, condiciones óptimas de mantenimiento…

• Aplicación de conceptos de mecánica, electricidad, fontanería.

• Se despiertan nuevos intereses: se visitan las ferreterías; uno se fija en la sección de jardinería o pintura; aprende a hacer búsquedas del mejor precio online; se descubren nuevas aficiones (tiendas de vajillas, ropa blanca o productos perfumados, etc.).

•Relación con el diseño industrial. La estructura y el volumen de las cosas.

•Relación con el diseño interior. La distribución de los espacios y su organización. Belleza.

• Se pone a prueba el sentido común.

•Descubren que hay un proceso de trabajo en las zonas de trabajo: «No te muevas si no es necesario, pierdes energía, piensa antes».

• Ordenar más para trabajar menos.

• El trabajo en equipo y en serie. Por ejemplo: coordinación entre los que quitan la mesa y los que recogen la cocina.

• Coordinación entre el que pone la lavadora de las sábanas y los usuarios de cada juego. 

• Coordinación entre el que dobla calcetines y los usuarios de los calcetines.

• Reflexión sobre las cosas. ¿Para qué sirve que aspire entre los cojines del sofá?

• Ritmo al hacer una tarea en casa.

• El control del tiempo.

• Jerarquización: qué hago antes y qué hago después y porqué.

• Se encuentra sentido a servir a los demás: «Si hago esto, mamá descansa».

Cerramos nuestras agendas y nos quedamos un rato en la calle disfrutando de los últimos coletazos de nuestra conversación.

Tengo la impresión de que he sido una afortunada por compartir con Fernando Alberca, no solo su inconmensurable experiencia y ciencia, sino también su gran humanidad. Y le agradezco mucho su disponibilidad para charlar conmigo.

LISTA DE TAREAS PARA LOS HIJOS


Niñas y niños de 1 a 2 años: colaborar es jugar

  • Llevar su pañal cerrado al cubo de la basura.
  • Echar la ropa en el cesto. Mirar cómo cae. Reforzar colores.
  • Poner la esponja de la ducha en su sitio. Enseñar a escurrir.
  • Ayudar a guardar los cereales en el desayuno. Debe estar a su altura.
  • Colocar el papel higiénico de la compra. Abrirles el plástico y que den tantos paseos como sea necesario. Se lo pasan bien.
  • Apagar la luz del cuarto cuando salen.
  • Sacar las galletas por las mañanas. Deben estar a su altura.
  • Guardar el pijama en su sitio.
  • Dejar el babero en su sitio. Si está muy sucio, lo debe llevar al cesto-bolsa de baberos sucios.
  • Guardar los juguetes en su sitio. Acompañarlos hasta que lo fijen bien en su rutina.
  • Preparar sus zapatos para el día siguiente. Explicar cómo se hace, su posición y dónde deben ponerlos. Les ayuda que se quede la ropa preparada en una silla pequeñita y con los zapatos bien alineados debajo.

Niñas y niños de 3 a 4 años: colaborar sigue siendo jugar

  • Colocar los muñecos en su sitio antes de las duchas y cenas.
  • Colgar la toalla después del baño en su gancho bajo.
  • Ordenar la ropa después de ducharse.
  • Recoger el baño.
  • Vestirse solos.
  • Guardar sus calcetines emparejados y dentro de la red.
  • Ayudar a poner la mesa. Aún no llegan, pero pueden acarrear cosas de plástico, o el mantel, las servilletas, etc.
  • Poner las servilletas en la mesa.
  • Guardar su servilleta con servilletero.
  • Ayudar a sacar la ropa de la lavadora al cesto.
  • Ayudar a dar pinzas por colores para colgar la ropa.
  • Meter cosas en el lavaplatos que estén a su altura: las cucharillas, tenedores y objetos de plástico. Poner la pastilla de jabón.
  • Ordenar los táperes: deben estar a su altura.
  • Poner los vasos de plástico por colores.
  • Poner el agua a la mascota. Al principio debes facilitárselo.
  • Apagar las luces innecesarias de toda la casa. Les encanta.
  • Ayudar a colocar algo de la compra: abrir las bolsas, etc.
  • Guardar las bolsas de la compra bien.
  • Guardar el carrito de la compra y las bolsas buenas.
  • Colgar su abrigo y mochila (poner perchas a su altura).
  • Poner los cojines del salón bien.
  • Tener los zapatos emparejados en su armario.
  • Ordenar libros y cuentos por tamaños.
  • Prepararse el uniforme en la silla para el día siguiente.

Niñas y niños de 5 a 6 años: como eres mayor, ya puedes jugar ayudando

  • Hacerse la cama completamente.
  • Bañarse y vestirse.
  • Llevar su ropa sucia a los cestos: color y blanco.
  • Colocar sus calcetines en su malla y por parejas.
  • Ayudar a tender.
  • Coger el teléfono.
  • Poner los zapatos en su sitio.
  • Reponer papel higiénico y gel en los baños.
  • Guardar su ropa planchada en su cajón.
  • Regar las plantas.
  • Ayudar a vaciar el lavaplatos.
  • Ayudar a lavar el coche. Pasar aspiradora a los asientos.
  • Ponerle el chupete al hermano pequeño.
  • Colocar los libros en su sitio una vez leídos.
  • Quitar el polvo de los muebles del cuarto de estar.
  • Quitar las sábanas y llevarlas al lavadero.
  • Llevar las toallas sucias de todos al lavadero.
  • Anotar cuando falte algo del desayuno en la lista de la compra.

Preadolescentes de 7 a 10 años: si sabes jugar a la Play, sabes enchufar una lavadora

  • Preparar el desayuno a todos.
  • Calentar leche y hacer tostadas.
  • Poner y quitar la mesa. Desmanchar el mantel.
  • Limpiar los zapatos.
  • Subir y bajar persianas.
  • Doblar y colocar su ropa interior y calcetines limpios.
  • Revisar el orden de los cajones de los pequeños.
  • Poner bombillas si se funden.
  • Conectar y preparar el lavaplatos. Revisar aspas. Controlar que haya sal, abrillantador y detergente.
  • Poner lavadora de toallas: ya puede recogerlas de los baños, poner la dosis de detergente y suavizante y conectar el programa.
  • Tiene edad para saber programar una lavadora. Ánimo.
  • Reponer el gel, champú o pasta de dientes.
  • Ordenar los DVDs.
  • Recoger el correo.
  • Leer cuentos a su hermano pequeño.
  • Hacer alguna tarea del jardín.
  • Sacar la basura, reciclaje. Poner bolsa nueva.
  • Orden en el maletero del coche.
  • Orden en el armario de deporte y garaje.
  • Acompañar a la compra y ayudar en la descarga.
  • Hacer las palomitas del sábado noche.

Preadolescentes de ll a 13 años: si se descarga una app puede hacer la compra, los baños…

  • Orden en los altillos propios.
  • Revisar los paraguas y el paragüero.
  • Hacer las fichas técnicas de las máquinas y actualizarlas.
  • Cerrar las puertas de los baños y bajar las tapas.
  • Limpiar los baños.
  • Botiquín: retirar las medicinas caducadas y mantenerlas en orden.
  • Poner la lavadora con la ropa de deporte de todos. Colgar. Doblar. Distribuir.
  • Lavadora de toallas y sábanas. Colgar. Doblar. Guardar.
  • Doblar la ropa que no se va a planchar y colocar.
  • Revisar y separar si hay algo para coser.
  • Preparar 1 día/semana la cena.
  • Preparar la lista de la compra según los menús.
  • Preparar la mesa con los desayunos la noche anterior.
  • Sacar la basura y reciclar. Poner bolsa nueva. Limpiar los cubos y pared.
  • Limpieza interior y exterior de cubos y colocación de bolsas.
  • Mascota. Veterinario. Y ficha de revisiones médicas.
  • Ayudar a dar la cena y acostar a los pequeños.

Adolescentes de 14 a 16 años: si se saca la entrada para un concierto, puede preparar la cena

  • Lavadora: control del filtro, gomas y tubos.
  • Nevera: retirar y limpiar/una vez al mes.
  • Lavaplatos: sal y abrillantador.
  • Orden en los altillos propios.
  • Lavadora: toallas a 50 °C, colgar, recoger, doblar, guardar.
  • Lavadora: sábanas a 40 °C, colgar, recoger, doblar y planchar.
  • Asegurar el cambio semanal de sábanas del resto de la familia.
  • Orden, mantenimiento y limpieza en el trastero.
  • Coche: limpieza de interiores y exterior.
  • Limpieza garaje.
  • Las cenas. Calentar. Sugerir recetas.
  • Conocer y dar la medicación a los hermanos más pequeños.
  • Cables de máquinas, PC y lámparas, agrupados y limpios.
  • Mantenimiento del ordenador de la casa.
  • Búsqueda de promociones.
  • Mantenimiento de la casa: todo lo que se rompe se arregla.
  • Comprar material de mantenimiento.
  • Ayudar en la cocina los fines de semana.
  • Trabajar los menús de los fines de semana y hacer propuestas. Los ingredientes deben estar en la despensa o en la lista de la compra de la siguiente semana.

Liberados de 17 a 19 años: colaborar directamente en el mantenimiento de la casa

  • Hacer todo lo anterior.
  • Limpiar su habitación cada día antes de salir.
  • Los sábados a fondo las habitaciones de la casa.
  • Limpieza de cristales.
  • Confección de menús (con plantillas básicas).
  • La compra semanal. Control de existencias.
  • Archivo de tickets, facturas y control económico familiar.
  • Propuestas de ahorro energético y optimización de consumos.
  • Poner lavadoras, colgarlas y recoger. Preparar la plancha.
  • Llevar la plancha de la casa.
  • Comprar la ropa a los hermanos más pequeños.
  • Mayor carga en periodos de vacaciones.

Veinteañeros: colaborar directamente en el sostenimiento económico de la casa

  • Buscar la forma de trabajar para ingresar dinero en casa.
  • Poner la factura del teléfono a su nombre.
  • Dar clases particulares y reforzar los estudios de los pequeños.
  • Que paguen sus compras de ropa.
  • Pagar la gasolina, los arreglos del coche o moto, etc.

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